martes, 19 de febrero de 2013


Yo estuve.

Yo estuve el viernes 15 de febrero en la Suprema Corte de Justicia, acompañando a la Jueza Mariana Mota, a la que sentí sorprendida, creí ver angustiada y presentí impotente

La noticia de su desplazamiento del juzgado penal llegó en plena semana de carnaval, cuando tantos uruguayos se alejan de la capital, del calor, del trabajo y del estudio para descansar en las playas.

La decisión de la SCJ me sorprendió, me afligió y me indignó. Me indigna que se tomen estas decisiones arbitrarias, y me indigna que nos mientan en nuestras propias narices, diciendo hipócritamente que se trata de una rotacion natural para mejorar el servicio.

Ha triunfado –una vez más– el poder inmenso de la impunidad que, a través de todas sus formas desde la brutal e inconstitucional amenaza de los propios encauzados y sus protectores de turno, hasta la lenta y destructora burocracia, desde cada uno de los tres           poderes, el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial, en gobiernos de los tres partidos mayoritarios: Frente Amplio, Partido Nacional y Partido Colorado.

Mi indignación no es emotiva, es profundamente reflexiva, pero crece cuando suceden hechos como esta decisión de la SCJ, que tiene un solo contenido, y es político. ¡Por favor!, que los supremos jueces no se rasguen las vestiduras como seres impolutos por encima de los demás. Sus posturas no son otra cosa que posturas políticas para torcer el destino de justicia que reclamamos desde hace muchísimos años.

Yo estuve este viernes 15 de febrero, frente y dentro del Palacio Piria, hermosa sede de la SCJ acompañando a la jueza Mariana Mota removida injustamente, acompañando y sumando la indignación de tantos compañeros

Conozco nuestra Constitución y los tres pilares independientes, los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial de la “promocionada” democracia, pero en todos ellos la presencia y la voz del ciudadano no debe estar acallada, ni filtrada, ni prohibida, porque estos poderes están en manos de ciudadanos, tan iguales, tan injustos, tan políticos, tan corruptos o tan interesados como cualquier ciudadano.

Yo estuve porque siento dentro mío cada día más el llamado de los desaparecidos, de los muertos, de los torturados, de los presos, de los exiliados. Porque me llama de adentro la palabra de Carlos María Gutiérrez:

“Y sepan que solo muero
si ustedes van aflojando,
porque el que murió peleando
vive en cada compañero”.

Por todo esto, yo estuve.

Carlos Casares
19.02.2013

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Yo estuve en la Suprema Corte de Justicia acompañando a Mariana Mota.

Estuve, porque hace muchos años, me enseñaron (y no precisamente en el liceo), que cuando una persona de lo más valioso que tiene (en el acierto o el error), su vida, merece todo nuestro respeto. Y yo tenía que estar.

Estuve, porque mi madre murió en el 2005, convencida de que con el FA, había llegado la integridad, la coherencia y el tiempo de la honestidad. Y no llegó. Y yo tenía que estar.

Estuve, porque cuando recién escuché el término “desaparecidos”, ingenuamente (y no fui la única), creí que se trataba de eso: que no se sabía dónde estaban, pero que estaban con vida. Y ya estaban muertos, torturados, denigrados, y a veces lanzados al mar con vida. Y yo tenía que estar.

Estuve, porque aunque ya no me interesa lo político partidario, porque es una repartija de poder, olvidándose de principios y fundamentos, el tema Derechos Humanos no tiene partido. Y yo tenía que estar.

Estuve, porque aunque hace ya mucho que me dejó atrás el tiempo en que algo social me conmovía profundamente (lo más cercano que recuerdo es los diferentes homenajes al maestro Julio Castro, y la concentración con motivo del hallazgo de los restos de Ubagesner Chávez Sosa, en que pude ir a las corridas en mi hora de descanso). Pero la lucha continuada, empecinada, honesta y respetuosa que dio Mariana Mota por nuestros desaparecidos, y el precio que tuvo que pagar, sí me conmovió. Y yo tenía que estar.

Estuve, porque miro la cara de Luisa Cuesta, y leo entrevistas que le han hecho, y no puedo permitir que recorra el final de su camino sin saber dónde están los restos de su hijo, y ver que se haga justicia. Porque para cerrar un ciclo, como es la pérdida de un ser querido, se necesitan sus restos. Y yo tenía que estar.

Estuve, porque he trabajado con gente mucho más joven que yo, que cuando veían un libro escrito por ex presas políticas uruguayas, decían “Ah, más de lo mismo”. ¡Y vaya si habrá para decir, sin que sea más de lo mismo! Y yo tenía que estar.

Estuve, porque creo que uno se define por sus conductas, que están basadas en valores. Y la lucha por Memoria, Verdad y Justicia, quizás sea el único anclaje social que me va quedando. Porque es saludable, es necesario, es imprescindible hacer todo el recorrido como sociedad. Porque no es tener los ojos en la nuca. Es cerrar heridas que están abiertas, y respetar el dolor, pero ahora con todos los elementos sobre la mesa. Y yo tenía que estar.

Y por todo lo dicho, volvería a estar.
 Anna Sibilia

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